Por motivos de negocio he tenido que visitar varios países de Latino América, alguno de ellos no los conocía y me he llevado una buena sorpresa.
México
Llegué a México D.F. Lo primero que observé es la gran diferencia entre las casas entre diferentes barrios, incluso en lo que parece el mismo barrio, el cruzar de una calle a otra supone estar en un barrio bien o estar en un barrio muy popular.
Por otro lado, cuando estás en la población se nota el ambiente cargado, lleno de contaminación y es clara la razón, más de 20 millones de habitantes y casi tantos vehículos.
Sin embargo, México ofrece también cosas excelentes. Una
comida magnifica como las fajitas.
Colombia
De México D.F. volamos hacia Bogotá.
Colombia me ha sorprendido muy gratamente por varios
motivos. Entre ellos está el grado de avance de la ciudad. Bogotá es una ciudad
tranquila, con gente paseando tranquilamente por la calle, hay bastantes
carriles bicicleta, y muchos ciclistas circulando por ellos.
La gente parece estar contenta a todas horas y las calles
están abarrotadas en cualquier momento, tanto de gente andando, pero sobre todo
de vehículos. El trafico como en la mayoría de ciudades de Sudamérica es
bastante denso y complicado.
El Salvador
El siguiente país es El Salvador. San Salvador para ser exactos.
Llegamos a
media tarde, a diferencia de Bogotá, el clima aquí es húmedo y caluroso. El aeropuerto sencillo y algo desordenado. La
entrada y salida de pasajeros se hacer por la misma puerta de manera que sea
para despegues o para aterrizajes, hay que recorrer un largo recorrido.
Entrada sin demasiado control.
En la salida nos espera un taxi para llevarnos a un hotel a
las afueras de San Salvador.
De camino, se ve la diferencia con el resto de países. Es un
país verde, tropical, con unas montanas maravillosas.
Tenemos un rato para dar una vuelta, las reuniones son mañana.
Preguntamos que hay por visitar en el centro, como llegar, etc…. Y lo que nos
dicen al preguntar esto es: “no vayan, allí a partir de las 3 de la tarde lo
más pequeño que pueden encontrar es un machete”.
Un poco asustados decidimos ir a un centro comercial que se
encuentra a escasos 500 metros del hotel. Para ello hay que recorrer una serie
de pasarelas hasta llegar a un restaurante en el centro comercial. El mejor
restaurante resulta ser una cantina, pequeña pero acogedora. Probamos
diferentes platos del país. Unas tortitas rellenas de frijoles, queso o pollo
que se llama pupusa, o bien una pasta de maíz envuelta en la hoja de maíz (los
tamales).
Desde el restaurante vemos atardecer en la ciudad. Una
ciudad que parece un hormiguero, lleno de gente moviéndose a paso lento de
manera desordenada, la ciudad parece
algo caótica, pero todo el mundo parece saber a dónde va.
Por la mañana salimos hacia las reuniones acordadas. Nada
más coger el taxi ya se ve otra realidad del país. Personas con sub-fusiles en
muchos portales de entradas a edificios, pistolas por todos los lados, pequeñas
tiendas con frutas y bebidas. Esto
último me hace recordar algunos países de Asia, sin embargo, es el primer país
donde veo tantas armas.
Estoy pasando miedo. Aunque las armas que vemos
supuestamente son para defenderse de los “malos”, no me hace ninguna gracia
estar rodeado de tantas. Hablamos con un vigilante de un edificio con un
pistolón enorme. No parece que tenga la cabeza muy amueblada, y esto me hace
pensar que cualquier persona de aquí es humana y el llevar un arma encima le
convierte en peligroso.
La vida en este país no parece tener demasiado valor. Nos
indican que hay casi 1000 asesinatos al mes en un país de escasamente 6,5
Millones de habitantes, la misma que la área metropolitana de Madrid.
Según nos dicen, los asesinatos suceden en la zona rural, y no
tanto en la ciudad, pero esto no me tranquiliza demasiado.
Después de las reuniones, volvemos rápidamente al hotel, nos
cambiamos y de ahí salimos directamente en taxi al aeropuerto dirección Lima.
Perú
La llegada a Lima no ha parecido triunfal. Llegamos de noche
el viernes 2. Aprovechamos para dormir algo después de una semana de locos
entre viajes y visitas.
El centro de Lima, en la parte moderna, visto desde el hotel
parece una ciudad fea y desordenada.
Sin embargo, cuando se va al centro se ve una ciudad estilo
colonial en un estado bastante conservado. El paseo por la zona del centro de
Lima, al menos una mañana de sábado es agradable. Familias, grupos de amigos
paseando, tomando algo, comprando. Es una visita interesante.
Pero más allá del centro se observa la pobreza, las barracas
y después de pasar unas calles nos avisan los transeúntes que vayamos con
cuidado.
Decidimos cambiar de zona e ir al barrio de Barranco, cerca
de la costa. Un barrio donde se encuentra el puente de los suspiros. El Puente de los Suspiros es uno de los
lugares más románticos de Lima. Un puente construido en 1876 para unir las
riberas de las calles Ayacucho y La Ermita. Según la tradición local, a quien
lo cruce sin respirar, se le cumplirá el deseo que pida. El puente es visitado
por parejas de enamorados y ofrece una de las mejores postales de la ciudad.
Después de tomar un Pisco en el bar "Javier" (que por cierto
es de los mejores Pisco Sour que he tomado en el viaje), nos vamos a comer al
restaurante Cala en la zona de circuito de playas. Allí nos recompensamos con
una excelente comida.
Chile
El domingo tarde llegamos a Santiago de Chile, último país de
este viaje.
Nada más llegar se nota la diferencia de Chile respecto a
los países visitados. Desde mi punto de vista, y solo evaluando Santiago de
Chile, me parece que es el país más occidental de los visitados. La manera de
vestir, de moverse la gente, de la estructura urbanística, le hace muy parecido
a una país europeo (salvando ciertas distancias).
Vamos a cenar a un restaurante de lo más recomendable, “Cuero
Vaca”. Típico restaurante de carne de la zona con unos excelentes productos.
No he tenido mucha posibilidad de visitar la ciudad, ya que
el lunes realizamos un par de reuniones por la mañana y a media tarde ya sale
nuestro vuelo de vuelta, pero la impresión es muy positiva. Parece un país muy
interesante para visitar y vivir.
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