Después
de duras semanas de trabajo, de intenso estrés en Teherán y sobre todo de la
intensa contaminación, mi cuerpo necesita salir de esta ciudad.
Al
igual que me sucede a mí, miles de personas en Teherán necesitan salir de la
ciudad y de hecho lo hacen. Cada fin de semana se produce una peregrinación
hacia el norte de Teherán buscando un poco de libertad, buscando un poco de
tranquilad y liberar la opresión que se siente en la gran ciudad.
De este
modo, con unos amigos decidimos ir a pasar el fin de semana en una villa
(chalet) que los padres de un amigo tienen a unos 30 km de la población de
Chalus a la orilla del mar Caspio
Decidimos
salir temprano el jueves por la mañana (os recuerdo que el fin de semana aquí
es jueves y viernes) para evitar el tráfico de una hora más punta como el día
anterior por la tarde o el mismo jueves un poco más tarde.
Os
puede parecer un poco ridículo, pero Teherán es una población de más de 16
millones de personas y cuando la gente decide salir se forman unos enormes
colapsos de tránsito.
El
recorrido hasta Chalus es de unos 200km, sin embargo necesitamos más de 4 horas
de coche en una hora sin tráfico para llegar al destino.
Las
carreteras desde Teherán hacia el norte son unas carreteras estrechas, con un
pavimento terrible, extremadamente viradas debido a que cruzan parte de la
cadena montañosa de los Alborz. A lo largo del camino múltiples unidades de
policía se pasean para “controlan” el tráfico
con indolencia.
Nada más
pasar la cadena montañosa de los Alborz ya se notan algunas diferencias, el
aire esta más limpio, se deja de toser repetidamente como ocurre en Teherán, el
día es más luminoso.
Pronto
otros cambios no tan evidentes se observan.
Al
llegar al mar Caspio se empiezan a ver variadas urbanizaciones con unas casas
preciosas a escasos metros del mar.
Por fin
llegamos a la urbanización donde mi amigo tiene el chalet. Mi amigo pertenece a
la clase media, alta. Sin embargo me sorprendió cuando llegamos a la urbanización
los chalets enormes y preciosos que había en la urbanización.
Chalets urbanización
Resulta
curioso, aunque se ajusta a la idiosincrasia de Irán, que la clase media se
queje de lo mal que va la economía, de lo bajo que son sus sueldos, pero la
mayoría de jóvenes tienen su coche propio (aunque es cierto que viven en casa
de sus padres hasta bien adultos) y la clase media se permite tener unos
chalets preciosos.
Así,
pues la imagen que tenemos de Irán como un país retrasado y casi del tercer
mundo es errónea. Opino que incluso la propia administración Iraní intenta
fomentar esta imagen para generar pena en la comunidad internacional.
Nada más
llegar y ya dentro de la urbanización el ambiente es más relajado, se ve pasear
familias, parejas cogidas de la mano y chicas sin pañuelo en la cabeza.
Mis
amigas hacen lo mismo al traspasar la barrera de control de acceso de la
urbanización.
Al
llegar al chalet, lo primero que ocurre es que todos se ponen cómodos, chicos
con pantalón corto, chicas sin pañuelo, camisetas de tirantes y mallas.
El
ambiente es relajado, toda la presión forzada se libera. La gente habla con
total libertad de temas de lo más variado. Se dispone de una reserva de alcohol
que podría ser la envidia de una casa de España.
Por la
tarde actividades deportivas y playa. En
la playa se rompen un poco los tabúes que se tienen.
En una
playa privada, alejada de los centros urbanos, el hombre puede ir con bañador
corto ensenando las piernas y bañarse con el torso al aire delante de mujeres.
Las mujeres pueden también ir sin pañuelo, ensenando los brazos (aunque no vi a
ninguna mujer bañarse, ni siquiera con bañador… o sea que menos en biquini).
Ahí se
liberan todos los espíritus.
Y se
siente un sentimiento de liberación temporal
Entrada
a la playa privada
Playa mar Caspio
Entorno
del mar Caspio
Tras un
fin de semana relajante, toca la vuelta y esta no es fácil.
Salimos
a las 5 de la tarde con la idea de llegar a Teherán en torno a las 10 de la
noche a Teherán , sin embargo, tras 4 horas de caravana, solo habíamos
recorrido 40 km. Así que tomamos la
decisión de volver al Caspio, dormir unas horas allí y volver de madrugada.
Aunque
el viaje duro 5 horas para hacer 200km, el fin de semana valió la pena.
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